El pasado 14 de julio Joan Manuel Serrat y su Homenaje a Miguel Hernández marcaron el punto final de tres semanas de músicas que han invadido cada rincón de nuestra ciudad. Era la 59 edición del Festival de Música y Danza de Granada, un festival de enorme prestigio, decano de los festivales de música de nuestro país, un festival que goza de una gran popularidad a nivel nacional e internacional precisamente porque sitúa sus escenarios en los innumerables y mágicos monumentos de nuestra ciudad. El Palacio de Carlos V y el Patio de los Arrayanes de la Alhambra; los jardines del Generalife; los claustros de nuestros palacios y conventos; las Iglesias y catedrales, plazas y parques de nuestra Granada... se han vestido de música en una fiesta impetuosa y generosa que se ha prolongado por tantos y tantos días que al final resultan cortos.
Este año la mirada de los organizadores ha sido puesta en América, por cumplirse 200 años de la independencia de las colonias españolas en aquel continente. Por eso, este festival ha sido un muestrario bastante completo (aunque, claro, jamás podrá estar todo lo que a nivel musical se produce en el continente) de las músicas que surgieron allá, fruto en gran medida de la particular mistura, mezcolanza de culturas (europea, indígena y africana), que se dio de manera sutil y generosa por aquellas tierras.
El tango de Argentina ha visto la luz desde varias ópticas: la del tenor granadino Zapata en los albores del Festival, la del bandoneón de Mederos (junto a la mágica voz de Poveda) o la del Ballet Argentino. Las voces más "clásicas" de Argentina llegaron de la mano de las orquestas, que nos acercaron a Ginastera y al Piazzola más sinfónico.
México vio la luz a nivel musical de la mano de una de sus orquestas, la del Estado de México, que nos ofreció un muestrario de sus más importantes compositores y de sus músicas más nacionales: Ponce, Revueltas...
Venezuela vio la luz en las manos jóvenes, enérgicas y poderosas de los músicos casi adolescentes de la Orquesta Simón Bolívar. ¡Qué gran proyecto! ¡Qué gran trabajo! ¡Qué grandiosa luz la que ilumina a Abreu y a cuantos le apoyan! Un público totalmente entregado fue testigo de aquella apoteosis.
De Cuba llegaron los sonidos criollos, mestizos del Nuevo Mundo, de la mano de los entregados Ars Longa, que en sus dos conciertos (Catedral y San Jerónimo) nos ofrecieron un ramillete de músicas de los siglos XVII y XVIII de las misiones y catedrales de Cuzco, Puebla, Bolivia...
De Brasil sonaron las voces de Villa-Lobos desde varias visiones y brillaron poderosos los cuerpos del Corpo, la Compañía de Danza Contemporánea de Belo Horizonte, en dos de las mágicas noches generalifescas. Las voces que llevaron el Clasicismo de Mozart a aquellas tierras nos abrieron los ojos al Brasil colonial que bebía de las fuentes europeas sin dejar de embeberlas de su sabor peculiar, particular, original, propio de sus habitantes y de los recién llegados africanos.
Las voces más nuevas de América se dejaron sentir de la mano del Ensemble Esencias que nos abrieron las puertas a la América más joven, más nueva.
Más de uno sin duda habrá tenido que tragar las palabras antes dichas sin conocimiento, para quitarse el sombrero ante una música que va más allá del nacionalismo barato tan despreciado por desinformados entendidos. América es un territorio inmenso que la mayor parte de nosotros aún tenemos que descubrir, quinientos años después. América es ritmo, es vida, es armonías atrevidas y descaradas, es música validísima y encantadora.
Este año la mirada de los organizadores ha sido puesta en América, por cumplirse 200 años de la independencia de las colonias españolas en aquel continente. Por eso, este festival ha sido un muestrario bastante completo (aunque, claro, jamás podrá estar todo lo que a nivel musical se produce en el continente) de las músicas que surgieron allá, fruto en gran medida de la particular mistura, mezcolanza de culturas (europea, indígena y africana), que se dio de manera sutil y generosa por aquellas tierras.
El tango de Argentina ha visto la luz desde varias ópticas: la del tenor granadino Zapata en los albores del Festival, la del bandoneón de Mederos (junto a la mágica voz de Poveda) o la del Ballet Argentino. Las voces más "clásicas" de Argentina llegaron de la mano de las orquestas, que nos acercaron a Ginastera y al Piazzola más sinfónico.
México vio la luz a nivel musical de la mano de una de sus orquestas, la del Estado de México, que nos ofreció un muestrario de sus más importantes compositores y de sus músicas más nacionales: Ponce, Revueltas...
Venezuela vio la luz en las manos jóvenes, enérgicas y poderosas de los músicos casi adolescentes de la Orquesta Simón Bolívar. ¡Qué gran proyecto! ¡Qué gran trabajo! ¡Qué grandiosa luz la que ilumina a Abreu y a cuantos le apoyan! Un público totalmente entregado fue testigo de aquella apoteosis.
De Cuba llegaron los sonidos criollos, mestizos del Nuevo Mundo, de la mano de los entregados Ars Longa, que en sus dos conciertos (Catedral y San Jerónimo) nos ofrecieron un ramillete de músicas de los siglos XVII y XVIII de las misiones y catedrales de Cuzco, Puebla, Bolivia...
De Brasil sonaron las voces de Villa-Lobos desde varias visiones y brillaron poderosos los cuerpos del Corpo, la Compañía de Danza Contemporánea de Belo Horizonte, en dos de las mágicas noches generalifescas. Las voces que llevaron el Clasicismo de Mozart a aquellas tierras nos abrieron los ojos al Brasil colonial que bebía de las fuentes europeas sin dejar de embeberlas de su sabor peculiar, particular, original, propio de sus habitantes y de los recién llegados africanos.
Las voces más nuevas de América se dejaron sentir de la mano del Ensemble Esencias que nos abrieron las puertas a la América más joven, más nueva.
Más de uno sin duda habrá tenido que tragar las palabras antes dichas sin conocimiento, para quitarse el sombrero ante una música que va más allá del nacionalismo barato tan despreciado por desinformados entendidos. América es un territorio inmenso que la mayor parte de nosotros aún tenemos que descubrir, quinientos años después. América es ritmo, es vida, es armonías atrevidas y descaradas, es música validísima y encantadora.
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